Chapter 4: Capítulo 3: Camino tormentoso
Al salir de la mansión, comencé a caminar en dirección a mi nueva escuela. Aunque sabía que aún quedaba un largo trayecto por recorrer, no tenía prisa. De hecho, estaba decidido a disfrutar del paseo, a sumergirme en la calma que me ofrecía ese día, tan diferente a todo lo que había conocido.
A medida que avanzaba, la escena a mi alrededor me resultaba extraña, casi surrealista. Personas paseaban tranquilamente con sus perros, niños caminaban de camino a la escuela, con sus uniformes impecables y mochilas colgadas sobre sus hombros. Los árboles que se alzaban a ambos lados del camino ofrecían una sombra reconfortante, y la brisa suave que pasaba por mi rostro me recordaba que el mundo seguía su propio curso sin importarle mi existencia.
Cuando llegué a un semáforo, me detuve y esperé pacientemente a que cambiara de color. Fue entonces cuando mi mirada se desvió hacia un lado, atraída por una pequeña escena que se desarrolló frente a mí. Allí, una anciana intentaba, con algo de desesperación, atrapar a su gato, que parecía haber quedado atrapado en las ramas de un árbol cercano. El animal maullaba con suavidad, pero no lograba descender. No tenía ninguna razón para no ayudarla; más bien, sentí una especie de impulso por hacerlo, algo que me llevó a acercarme sin pensarlo demasiado.
"Buenos días, señora" le dije mientras me apoyaba en el tronco del árbol. "¿Le puedo ayudar?"
La anciana me miró con ojos llenos de preocupación, pero al escuchar mis palabras, su rostro se suavizó. "S-sí, se lo agradecería mucho, joven", respondió con voz temblorosa. "El Sr. MItens se quedó atrapado y no puedo bajarlo. ¿Podría ayudarme, por favor?"
La mención del nombre del gato me pareció un tanto curiosa, aunque no le di demasiada importancia. "Sr. Mitens" era un nombre peculiar para un gato, pero esa pequeña información no era relevante en ese momento. Sin embargo, algo en la mirada de la anciana, tan llena de amor por su mascota, me hizo registrar el dato en mi mente, aunque de forma casi automática.
"No se preocupe, señora", le respondió con calma, tomando la decisión de ayudarla. "Ahora lo bajo". Dicho esto, comencé a trepar el árbol, buscando un modo seguro de alcanzar al gato atrapado sin que intentara algo extraño.
"Es una niña muy delicada, trátela con cuidado", comentó la anciana, observando con preocupación a su gato, que, para mi sorpresa, resultó ser una pequeña gatita. Al parecer, 'Sr. Mitens no era tan masculino como había pensado al principio. Pensé en lo curioso que podía ser este mundo, donde los nombres y las pequeñas peculiaridades de los seres vivos podían dar tanto de qué hablar.
En cuestión de minutos, había alcanzado la altura en la que se encontraba la gatita. Con movimientos suaves y cuidadosos, la tomé en mis manos, notando lo ligero que era, y la bajé lentamente del árbol. La gatita, al sentirse segura, se acurrucó en mis brazos antes de saltar al suelo, maullando agradecida. La anciana la observar con una sonrisa amplia, como si le hubiera devuelto un pedazo de su vida.
"Aquí la tiene" le dije, mientras colocaba a la gatita en sus brazos.
"Gracias, joven", dijo la señora, mirando a su gato con una expresión llena de gratitud. "No sé qué habría hecho sin su ayuda".
''Cuídela'' dije mientras se la daba y retomaba mi camino nuevamente hacia la escuela.
Sinceramente no tenía ninguna razón para ayudar a esa anciana, tampoco me importaba su preocupación o la pobre gatita, solo lo hice porque tampoco no tenía porque no hacerlo, preferiría evitar tener alguna clase de remordimiento en el futuro, incluso si pienso que no lo voy a tener, ya que nunca se sabe cuanto uno puede cambiar de un día para otro. Después de todo, nunca se sabe cómo cambiarán las circunstancias de un día para otro, y quizás, en el futuro, recordaría ese gesto con otros ojos.
Mientras continuaba caminando con paso lento y relajado, permitiendo que la quietud del día me envolviera, sentí que alguien tocaba amistosamente mi hombro. El toque era suave, pero firme, y por la textura de la mano y el modo en que se posó, pude adivinar que era una chica que probablemente hacía algún tipo de ejercicio o deporte. Si tuviera que adivinar, diría que era alguien que practicaba voleibol, basándome en la posición de su muñeca al tocarme.
Al voltearme me encontré con una chica que aparentaba tener mi misma edad que llevaba el uniforme para niñas de la escuela donde me dirigía, por lo que supuse que estudiaría en el mismo año que ella en Anhs.
Observándola con más atención, noté algunos detalles de su apariencia que la hacían destacar. Su piel era tan blanca como el mármol, con un tono tan uniforme que casi parecía irreal. Su largo cabello negro, que caía en una perfecta cascada hasta la mitad de su espalda, estaba atado en una alta cola de caballo con una pulsera de perlas. Pero al fijarme bien, me di cuenta de que las perlas no eran exactamente lo que pensaba. Parecían más bien pequeñas canicas blancas, ligeramente translúcidas, que le daban un toque distintivo, casi curioso.
'"Hola, quería agradecerte por ayudar a la señora", me dijo, interrumpiendo mis pensamientos. "Si no la hubieras apoyado tú, lo habría hecho yo". Su tono no sonaba particularmente agradecido, probablemente porque no estaba conectado con esa señora, más bien parecía una observación casual, y no entendí muy bien por qué se sentía comprometida a acercarse a mí para felicitarme por algo tan insignificante. Después de todo, no había hecho nada fuera de lo común.
"No veo por qué me tienes que dar las gracias. Solo hice lo que quise", respondí, sin mirarla, manteniendo mi mirada centrada en el camino mientras caminaba lentamente hacia la escuela.
"Solo intentaba entablar una conversación contigo" dijo, y pude notar el tono juguetón en su voz. "Parece que vamos a la misma escuela, gruñón-kun". Al decir esto, sacó la lengua de forma infantil, como si se divirtiera con la situación.
"Antes de ponerme apodos innecesarios, deberías presentarte" le respondí, algo incómodo con su actitud. "¿No es normal que el que inicia la conversación se presente primero?"
La chica se quedó en silencio por un instante, como si estuviera considerando mi comentario. Finalmente, asintió con una ligera sonrisa, como si se hubiera dado cuenta de su error.
"Mm... tienes razón", dijo mientras me extendía la mano. "Mi nombre es Amikura Mako, soy de la clase B en Ahns", explicó, su tono ahora mucho más directo y serio. Parece que es algo consciente del ambiente y sabe controlar las conversaciones .
"Mis amigos me dicen Liam" respondí, estrechando su mano en un gesto de presentación. Al hacer esto, noté algo peculiar. La parte de sus nudillos y la parte externa de su mano eran más robustas, lo que indicaba que probablemente estaba acostumbrada a algún tipo de actividad física que requería de fuerza. Tal vez algún deporte, aunque no estaba seguro de cuál.
"¿Eso quiere decir que somos amigos?" me preguntó, su tono burlón regresando mientras rodeaba su brazo alrededor de mi cuello y me hacía una especie de llave sin aplicar demasiada fuerza. No pude evitar sorprenderme por su cercanía arrepentida, aunque parecía que no tenía malas intenciones.
"Seguro", respondió, sin querer profundizar demasiado en la conversación. "Eres mi única conocida en esta escuela, así que no está mal", añadí, sin darle más vueltas al asunto. Aunque, en el fondo, prefería mantener cierta distancia. No estaba seguro de si quería que alguien me considerara un amigo tan pronto, ni mucho menos compartir mi verdadero nombre.
"¿A qué te refieres con 'no está tan mal'?", dijo con una sonrisa traviesa, como si estuviera molesta por mi respuesta. "Soy la mejor persona que podrías haber conocido", añadió, comenzando a caminar más rápido hacia la entrada de la escuela. Sin embargo, su comentario no parecía más que una broma, como si estuviera demostrando una confianza inquebrantable en sí misma.
Antes de que pudiera responder, entró a la escuela sin mirarme ni siquiera, dejándome allí, un tanto confundido por la razón de su enojo, pero al mismo tiempo curioso por saber más de ella.
"Por fin, solo", pensé mientras mis ojos se fijaban en la puerta de entrada de la escuela.
La puerta era imponente, una estructura masiva que parecía haber sido diseñada para resistir el paso del tiempo. Su tamaño era notable, y aunque su construcción parecía sólida, dando la impresión de que sería capaz de resistir casi cualquier adversidad, lo cierto era que no destacaba por su diseño. La estética dejaba mucho que desear; Parecía una obra de alguien experimentado en la industria, pero sin la chispa de creatividad que caracterizaría a un arquitecto con visión. Tal vez no era importante, pero algo me decía que una entrada como esa debía reflejar más de lo que veía.
Mientras observaba la puerta, los estudiantes continuaban cruzando por ella, saludándose entre sí con una familiaridad que me resultaba ajena. Algunos se despedían con abrazos de amigos, otros de sus familiares. Las conversaciones a mi alrededor eran un murmullo constante, pero un detalle que no pasó desapercibido fue que casi nadie llegaba solo. Todos parecían estar acompañados, ya fuera por compañeros de clase, amigos o familiares que los dejaban en la entrada. Me sorprendí un poco. Era curioso cómo, en una nueva etapa como esta, la mayoría encontraba consuelo en la compañía, mientras que yo, por alguna razón, no lo necesitaba. O al menos, no lo quería.
Empecé a darme cuenta de que algunas miradas se posaban en mí, curiosas, como si notaran algo extraño en mi actitud al quedarme parado frente a la entrada sin avanzar, sin la prisa o el entusiasmo que demostraban los demás. Quizás no encajaba con el resto, pero intenté no prestarles atención. No tenía sentido quedarme pensando en esas pequeñas observaciones ajenas.
Al final, dejé esos pensamientos atrás y, con una leve sacudida de cabeza, di mis primeros pasos para ingresar al establecimiento.
' Sigh ' no pude evitar soltar un suspiro mientras me mezclaba entre los demás ingresantes.